Origen de la Moral
La moral
surge cuando el hombre deja atrás su naturaleza puramente instintiva y forma
parte de una colectividad. La moral requiere forzosamente que el hombre se
halle en relación con los demás y una conciencia de esa relación, con el fin de
poder conducirse de acuerdo con las normas o prescripciones que lo rigen.
Ante esta
situación, se hace necesario ajustar la conducta de cada miembro a la
comunidad, determinándose de esta manera que se considere como bueno o
beneficioso todo aquello que contribuye a reforzar la unión o actividad común,
y se ve como malo lo que contribuye a debilitar dicha unión.
COMUNISMO
PRIMITIVO
Por
comunismo primitivo se entiende, en la teoría marxista, una etapa del
desarrollo de las formaciones económico-sociales, caracterizadas por el bajo
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la propiedad colectiva de los
medios de producción (la tierra y las herramientas rudimentarias) y la
distribución igualitaria de los productos.
En el
comunismo primitivo los seres humanos estaban organizados en grupos, dedicados
a la caza, pesca y recolección. La actividad productiva humana se basaba en la
cooperación simple. El humano primitivo no concebía la posibilidad de la
propiedad privada de la tierra y de los demás medios de producción
EPOCA
ESCLAVISTA
La
propiedad privada se inicia en esta época. Se da el nacimiento de las clases
sociales, los esclavistas y lo esclavos.
La moral
es la de la clase dominante, los esclavos no son seres humanos, el comportamiento
de los esclavos es la solidaridad.
MORAL
MEDIEVAL
La
filosofía moral en el oeste medieval: Derivó a partir de dos fuentes principales:
Cristianismo y los éticas clásicos. La tentativa de reconciliar estas diversas
tradiciones y de desarrollar una síntesis viable de los dos era una
preocupación central de la filosofía moral a través del período.
Filosofía
y renacimiento medievales:
Cristianismo
moral y los éticas clásicos en el oeste medieval
Era
exacto, esta edición que hizo los éticas aristotélicos, con su orientación mundana,
particularmente problemática para los cristianos medievales. En los éticas de
Nicomachean, que comenzaron a estar disponibles en la traducción latina en el
final del siglo XII, Aristoteles declaró que bueno supremo de la humanidad era
una felicidad que consistió en la contemplación filosófica en el actual vida
Islam
moral, judaísmo, y los éticas clásicos
Como en
esfuerzo dedicado islámico y judío del oeste, medieval cristiano de la
filosofía moral es considerable a reconciliar preceptos y valores scriptural
con ésos que derivan de los éticas clásicos heredados de Grecia. Filósofos
morales musulmanes, algo que dibujando una distinción clara entre la felicidad
imperfecta de la actual vida.
La
recuperación del renacimiento de la filosofía moral antigua
Aunque el
Aristotelianismo dominara las éticas en el oeste bien en el siglo XVII, el
renacimiento atestiguó la recuperación de otras tradiciones antiguas de la filosofía
moral. Como tenido sucedido con el pensamiento ético de Aristoteles en las
Edades Medias, la aceptabilidad de estas filosofías restablecidas fue
condicionada en gran parte por su compatibilidad con cristianismo.
Como
vemos la moral se crea por una comunidad, es decir se conforma de valores y
principios, o bien costumbres propias de una colectividad, además se convierte
de vital importancia la religión de las personas para crear su propia moral.
El
Valor De La Moral
Los actos humanos han sido
analizados desde el punto de vista de su libertad, veamos ahora el aspecto de
la bondad o maldad de ellos.
Así como la inteligencia
está hecha para la verdad, la voluntad está hecha para la bondad. Se dice
entonces que el objeto propio de la inteligencia es la verdad y que,
similarmente, el objeto propio de la voluntad es la bondad. Todo acto, en tanto
que está dirigido por la voluntad humana, tiene una bondad ontológica que no puede negarse jamás. La voluntad se dirige
normalmente a un bien, aun cuando este objeto adolezca de algunas fallas que
pueden justificar el calificativo de maldad que damos a algunos actos. Es
decir, normalmente se presentan varios objetos buenos ante la voluntad y no
siempre el objeto elegido es el apropiado en ese momento. En tal caso decimos
que el valor bondad es de signo negativo. Así pues, se puede concluir que: el
hombre siempre elige un bien, pero no siempre elige bien.
Cuando los actos humanos
llenan las condiciones especificadas por la ética hablamos de la bondad moral.
¿Qué es lo que constituye
propiamente el valor moral de una persona? Ser moral significa, pues, actuar
conforme a las exigencias de la naturaleza humana. Quien reflexiona sobre la
naturaleza humana descubre allí algunas exigencias, que son la base de los
derecjo y las obligaciones de todo hombre, tales como el derecho a la vida, a
la verdad, a sus propiedades, etc. Cuando se considera que la naturaleza humana
es la misma para todos, surge la posibilidad de un criterio ético que rige a
todos los hombres por igual.
De acuerdo con lo anterior,
una persona con valor moral es aquella que actúa en la misma línea de sus
tendencias y exigencias como ser humano. Ser moral es queivalente a ser más
humano, asentarse en lo que caracteriza al hombre como tal, apropiarse de las
cualidades que pertenecen por esencia a su propia naturaleza humana. Algunas
características del valor moral son:
a)
El valor moral perfecciona a la persona en
cuanto a su identidad personal.
b)
Lanza al hombre a un amor noble,
desinteresado y benevolencia.
c)
La persona con valor moral manifiesta y
contagia una felicidad que surge de su propia interioridad.
d)
La persona con valor moral manifiesta una
triple armonía (pensamientos, palabras y acciones).
e) La persona que actúa en un nivel moral
positivo tiene puesta su atención en el valor intrínseco del acto que ejecuta.
Así pues, el valor moral
está encaminado a la naturaleza humana y la comprensión de que todos los seres
humanos tenemos las mismas necesidades por naturaleza, por lo cual todos
tenemos los mismos derecho para satisfacerlas, una vez comprendiendo ello el
hombre puede empezar a determinar sus acciones pensando no sólo en el beneficio
propio de una acción, sino de toda la comunidad.
La
moral y otros tipos de comportamiento
A lo largo de su vida, un
individuo puede utilizar una enorme variedad de criterios orientadores, aunque
muchos de ellos nada tengan que ver con la ética y la moral. Podemos
distinguir, por lo menos, cinco niveles o tipos de criterio que puede seguir
una persona para orientar su conducta:
1.
El Placer y los Instintos.
Desde
la infancia el hombre posee un criterio que utiliza continuamente: buscar lo
agradable y evitar lo desagradable, buscar el placer y evitar el dolor. La
aplicación de este nivel tiene carácter instintivo, y en esto el hombre
coincide con los animales.
Éste
nivel es un auténtico criterio y se utiliza para muchas elecciones: diversión,
pasatiempos, temas de conversación, etc.
2.
Normas inconscientes del Súper Yo.
Se
reconoce con facilidad porque el individuo se orienta rígidamente hacia algunas
normas o valores que las autoridades le han inyectado desde su infancia. La
orientación que experimenta es mecánica y ni él mismo sabe por qué tiene que
actuar por necesidad en determinado sentido. Esta inclinación en muchas
ocasiones está en desacuerdo con las leyes y valores asumidos conscientemente.
Suele
presentar características como: tacañería, puntualidad excesiva y exigente,
pulcritud intachable, despotismo o exigencias exageradas en el trato con la
demás gente.
3.
La Presión Social.
La
característica principal de este nive reside en la absorción de todos los
influjos del medio ambiente percibidos en
forma de “presión social”. La guía de conducta está puesta en los
dictados provenientes de la moda y la propaganda.
Nos
encontramos pues, frente a un criterio de conducta muy generalizado, pero con
escaso valor ético.
Cada
cultura, cada región, cada país tienen su propia serie de mandatos y costumbres
de uso popular. Lo curioso es que cada individuo suele estar convencido de que
sus propias costumbres son las buenas, y no entiende que otras personas
acostumbren modalidades diferentes.
4.
Las Normas Morales y Civiles.
Consiste
en orientar y dirigir la conducta por medio de normas y leyes que constan en
algún código. Éste es un criterio relativamente cómodo, pues la persona
consulta la ley y decide conforme a ella sin mayor discusión. Podría darse una
verdadera contraposición. Por ejemplo, un código civil podría autorizar el
aborto y, sin embargo, la persona en su fuero interno y moral podría regirse
por leyes que prohíben en absoluto dicho acto.
5.
Los valores apreciado por sí mismo.
Éste
es el nivel que mejor concuerda con las exigencias de la ética. Coincide con lo
que suele llamarse “actuar por propio convencimiento”. En efecto una persona
llega a descubrir algunos valores y los aprecia como tales, en función de esa perspectiva
para hallar y juzgar su situación es como rige su propia conducta, aun cuando
se vea en la necesidad de ir en contra de las autoridades, la presión social,
sus costumbres, o sus instintos. Éste es el tipo de conducta que aquí vamos a
destacar como valiosa y digna de llamarse conducta ética.
La Obligación Moral
Lejos de ser una presión originada en la autoridad, o en
la sociedad, o en el inconsciente, o en el miedo al castigo, la verdadera
obligación moral es racional. Se define así: “Es la presión que ejerce la razón sobre la voluntad, enfrente de un
valor”.
Cuando una persona capta un valor con su inteligencia, se
ve solicitada por dicho valor, y entonces la inteligencia propone a la voluntad
la realización de tal valor. Pero la inteligencia presiona suavemente, sin
suprimir el libre albedrío; simplemente, ve una necesidad objetiva, y como tal
la propone a la voluntad para su realización. Se trata de una exigencia propia
de la razón, con fundamento en un valor objetivo, pero nacida en lo más íntimo
y elevado de cada hombre: su propia razón. Es, por tanto, autónoma y compatible
con el libre albedrío.
Cuando una persona ha captado un valor, es ella misma
quien se impone obligaciones, se compromete consigo misma, actúa de modo
espontáneo, no tiene la necesidad que otros lo empujen en determinada
dirección. Si un estudiante capta el valor de la cultura y de su profesión, él
mismo se obliga a estudiar, sin necesidad de coacciones externas. Sui un joven
capta el valor de una muchacha, él mismo se obliga a las atenciones que ella se
merece.
La
Conciencia
Los actos morales, como actos que son, están orientados
hacia el exterior, la realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales,
tienen un aspecto interno, que es el que hace que sean valorables. No podemos
olvidar que somos morales porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos
que tenemos posibilidad de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque
nos damos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia
de estas consecuencias es la base del aspecto interno de la moral, en ella está
el origen de la valoración de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo
de vida. Pero la conciencia moral es también conciencia de la libertad,
conciencia de que no todas las posibilidades de elección son igualmente
valiosas. Por eso es especialmente importante plantearnos qué es y cómo
funciona. La misma palabra que usamos para referirnos a ella ya nos da una
pista: estar consciente significa darse cuenta de lo que ocurre alrededor. La
conciencia es una forma de conocimiento o de percepción. La conciencia moral es
con lo que nos damos cuenta de lo que vale, de lo que merece la pena para la
vida, de lo que es bueno -o bien, de lo que no merece la pena, de lo malo, de
lo que hay que evitar-.
Al definir la conciencia como un tipo de conocimiento o
de percepción estamos reconociendo que es una realidad compleja. Cuando
valoramos una acción realizada o por realizar, la conciencia moral puede actuar
de maneras diferentes: podemos sentir que lo que hemos hecho o vamos a hacer
está bien o mal, sin saber exactamente por qué; podemos también analizar las
consecuencias reales o posibles de nuestra acción y su conveniencia; podemos
recurrir a pensar en normas previamente aceptadas para enjuiciar la acción... A
lo largo de la historia, distintas corrientes de pensamiento sobre la moral han
dado mayor importancia a alguno de estos modos de actuación de la conciencia
moral.
El intelectualismo moral, por ejemplo, considera la
conciencia moral como el conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Se
produce en él una identificación entre el bien y el conocimiento, por una
parte, y el mal y la ignorancia por otra. En consecuencia, según el mismo, sólo
obramos mal porque creemos, en nuestra ignorancia, que ese mal que hacemos es
un bien para nosotros. La manera de conseguir actuar correctamente será, pues,
educar a nuestra razón en los principios de la moral para que no pueda
llevarnos a valoraciones incorrectas sobre la bondad o maldad de las cosas y
las acciones.
El emotivismo, por el contrario, es el planteamiento de
la conciencia moral como sentimiento. Según los emotivistas, por medio de la
razón sólo podemos llegar a comprender lo útil o lo conveniente para
determinados fines, pero no si algo es bueno o malo. La bondad o maldad de
actos, palabras, etc. se siente, no se conoce racionalmente. Los juicios
morales, para los emotivistas, no son más que medios para comunicar esos
sentimientos y para intentar convencer a los demás de su validez.
El intuicionismo tampoco considera que la razón sirva para
determinar la maldad o la bondad de las acciones y las cosas: la conciencia
moral, según los intuicionistas, percibe directamente lo bueno y lo malo.
Puesto que el bien no es una cualidad natural -como el color-, no puede
percibirse por medio de los sentidos físicos. Esto hace que los intuicionistas
vean la conciencia moral como un sentido moral -intuición moral- que percibe
directamente la bondad o maldad de las cosas y las acciones, sin intervención
de los sentidos físicos ni del razonamiento.
El intuicionismo y el emotivismo niegan que la razón sea
el componente fundamental de la conciencia moral, aunque desde posturas muy
diferentes. El intuicionismo considera que el bien y el mal están en las cosas
y las acciones, son cualidades reales que percibimos. El emotivismo, por el
contrario, sostiene que son sentimientos que provocan esas acciones y cosas en
nosotros; sentimientos que pueden variar de una persona a otra y son objeto de
discusión.
Los prescriptivistas, en cambio, consideran que la moral
se basa en el carácter prescriptivo (imperativo) de sus juicios. La conciencia
moral, según estos autores, asiente o rechaza los mandatos que presentan los
juicios morales. La manera de demostrar el asentimiento a lo que dice una norma
es cumplirla, la de demostrar el rechazo, no cumplirla.
Todas estas teorías destacan aspectos parciales de la
realidad total que es la conciencia moral. Ésta se compone tanto de
razonamientos y juicios como de sentimientos, intuiciones o mandatos.
La consideración del origen de la conciencia moral puede
ayudarnos a comprender mejor su naturaleza y su funcionamiento. Acerca de este
tema también se han desarrollado distintas opiniones a lo largo de la historia.
Santeras en Cuba
En primer lugar, desde la creencia en lo sobrenatural, se
ha considerado la conciencia moral como una expresión de la ley divina. En el
ámbito cristiano medieval, por ejemplo, se consideraba que Dios ha dado la
conciencia moral al ser humano para que pueda reconocer la ley natural, que es
el desarrollo de la ley de Dios en este mundo. No vamos a discutir este tipo de
opinión, ya que depende de la creencia previa en alguna realidad sobrenatural,
lo cual queda fuera del ámbito de una discusión racional.
Por otra parte, desde posturas naturalistas, se ha
defendido a veces que la conciencia moral es una capacidad innata de tipo
racional que nos permite decidir sobre lo bueno y lo malo. Desde este tipo de
posturas también se ha defendido que es innata, pero no racional, sino una
especie de sensibilidad o de capacidad perceptiva para el bien y el mal.
Por último, desde distintos enfoques, se ha considerado
que la conciencia moral se adquiere. Según estas teorías, la tomamos del
entorno en que nos hemos desarrollado. Los valores dominantes en los distintos
grupos sociales en que nos movemos afectan a nuestro modo de valorar las cosas
y las acciones. A lo largo de nuestra vida, esta conciencia irá desarrollándose
y variando, aunque lo fundamental de la misma se adquiere en la infancia y la
adolescencia.
El
Deber
De pequeños aprendemos que ante determinadas
circunstancias tenemos la obligación de decidir determinado curso de acción, de
modo tal que si no lo hacemos nos pesará en la conciencia. Esta carga moral de
la conciencia ha sido adquirida durante el proceso de inculturación por el que
todos pasamos en tanto que seres sociales. La mayoría de los códigos morales
tradicionales, conllevan un castigo para aquellos agentes que no cumplen con su
deber moral. Por ejemplo, según la moral cristiana, no cumplir nuestro deber
como cristianos conlleva pecar lo cual está penado con el castigo. Este, el
castigo, puede llegar a ser eterno.
En otros casos, el incumplimiento del deber moral puede
llevar a un castigo real. Es decir, la persona que no cumple con su deber moral
puede recibir un castigo que puede o no estar institucionalizado. Así, en
algunos grupos el no cumplir con el deber moral puede ser causa de expulsión
del grupo o conllevar una condena al ostracismo para la persona incumplidora,
según el caso en cuestión.
A lo largo de la
historia de la filosofía se han dicho muy diversas cosas, las cuales pueden
resultar de lo más variopinto. En efecto, entre las ideas más pintorescas que
se han expuesto sobre el deber moral, merece la pena que destaquemos la idea
según la cual este, el deber, tiene una existencia independiente a todo humano
o grupo de humanos, de tal modo que el hombre, gracias a su superior
racionalidad, podría captar cuál es su deber moral. Sin embargo, esta tesis es
demasiado débil como para tomársela en serio. En efecto, puesto que incluye,
por un lado, una hipótesis de existencia no probada (hay deberes morales
objetivos) y puesto que supone hipostasiar los deberes morales particulares,
los cuales se confunden con deberes morales universales.
Trabajos citados
Galisteo Gámez, E. (3 de Diciembre de 2012). Filosofía.
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http://filosofia.laguia2000.com/los-valores/el-deber-moral
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http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/concienc.html